Cuentos clásicos y de tradición oral

Los dientes del rey

1. Lean la primera oración del cuento. ¿Qué se dice del personaje?
2. Atiendan al título: ¿qué le ocurrirá al personaje en esta historia?

En un país muy lejano, vivía un viejo rey que tenía una inmensa fortuna. Cierta noche, soñó que había perdido todos los dientes. Al despertar, inmediatamente ordenó llamar a uno de sus consejeros para que interpretase su sueño.

—¡Qué desgracia, señor! —exclamó el consejero—. Cada diente caído representa la pérdida de un familiar suyo.

Gritó el sultán enfurecido:

—¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!

Llamó a su guardia y encargó que le dieran al consejero cien latigazos.

Más tarde mandó que llamasen a Nasrudín, y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al rey, le dijo:

-—¡Señor! Mucha felicidad va a tener. El sueño significa que sobrevivirá a todos sus familiares.

Se iluminó la cara del rey con una gran sonrisa y encargó que le dieran a Nasrudín cien monedas de oro. 

Cuando Nasrudín salía del palacio, un cortesano le dijo admirado:

—La interpretación que hiciste del sueño es la misma que la que hizo el consejero. No entiendo por qué, al primero, el rey le pagó con cien latigazos y, a vos, con cien monedas de oro.

—Recuerda bien: todo depende de la forma como se dicen las cosas.

Cuento de tradición oral, recopilado en Cuentos de Nasrudín. Adaptación: Elena Luchetti

3. ¿Conocen otro relato acerca de los dientes? ¿Quieren contarlo? ¿Alguien de su familia sabrá un cuento distinto sobre los dientes y se lo narrará?

4. ¿En qué se diferencia la forma en que ambos intérpretes le transmitieron su mensaje al rey?

5. ¿Alguna vez, les pasó que dijeron algo o pidieron algo de la manera equivocada y no lo lograron?

Gentileza de editorial Aique, Argentina

El gato con botas

1. Lean el primer diálogo entre los personajes. ¿Quiénes son?

Un molinero dejó como herencia el molino a su hijo mayor, su burro al del medio y un gato al hijo menor.

—Mis hermanos podrán trabajar —decía el más chico lamentándose—. Pero yo, después de comerme el gato, me moriré de hambre.

El gato, que escuchaba, respondió:

—Deme una bolsa y un par de botas, y verá que su herencia no es poca.

Se puso las botas y fue a un campo donde había conejos. Puso pastos tiernos en la bolsa y haciéndose el muerto, esperó a que alguno viniera a comer. Cuando un conejo entró en la bolsa, el gato lo encerró.
Entonces pidió hablar con el rey:
—Le traigo un conejo que el marqués de Carabás (nombre que había inventado para su dueño) le envía.

Otra vez, se escondió en un trigal y, cuando entraron perdices en la bolsa, fue a entregárselas al rey:
—Le traigo perdices que el marqués de Carabás le envía.
El gato continuó durante tres meses llevándole al rey animales cazados “por su amo”.

Un día supo que el rey iría a pasear a orillas del río con su hija y le dijo a su amo:
—Báñese en el río, en el lugar que le indicaré, y yo haré el resto.
Mientras el marqués se bañaba, el Rey pasó y el gato se puso a gritar:
—¡El marqués de Carabás se está ahogando!
El rey, reconociendo al gato, ordenó que socorrieran al marqués. El gato se acercó al rey y le dijo que, mientras el marqués se bañaba, unos ladrones se llevaron toda su ropa.
El rey mandó que fuesen a buscar sus mejores vestiduras para el marqués.
Como el traje le quedaba muy bien, la princesa se enamoró.
El rey quiso que el marqués subiera a su carroza.
El gato se adelantó, y al encontrar a unos campesinos, amenazó:
—Díganle al rey que el campo es del marqués de Carabás. Si no, los mataré.
El rey preguntó a los campesinos de quién era ese campo.
—Del marqués de Carabás.
El gato, que iba delante, decía lo mismo a los campesinos que encontraba; y el rey estaba asombrado debido a la riqueza del marqués.
El gato llegó después a un castillo cuyo dueño era un ogro y pidió hablar con él:
—Me aseguraron —dijo el gato— que usted puede convertirse hasta en animales pequeños; por ejemplo, en un ratón.
—Es cierto; vea cómo me convierto en ratón.
Apenas lo vio, el gato se lo comió.
Entretanto, el rey, que al pasar divisó el castillo, quiso entrar. El gato, al oír el ruido del carruaje, corrió y le dijo:
—Bienvenido al castillo del marqués de Carabás.

—¡¿Este castillo también es suyo?!

El marqués ofreció el brazo a la princesa y, siguiendo al rey, entraron a una sala donde encontraron el magnífico almuerzo que el ogro había preparado para los amigos que irían ese día.

Encantado con el muchacho, al igual que su hija, el rey le prometió:

—Solo depende de usted que sea mi yerno. 

El marqués y la princesa se casaron, y el gato corrió tras las ratas solo para divertirse.

Jacob y Wilhelm Grimm. Adaptación: Elena Luchetti

2. ¿Conocen otro relato de los hermanos Grimm? ¿Quieren contarlo? ¿Alguien de su familia sabrá un cuento distinto y se lo narrará?

3. Un molino, ¿es un lugar para pasear? Relean las dos primeras oraciones para saberlo.

Gentileza de editorial Aique, Argentina

Los tres chanchitos

1. Lean el título y los dos primeros párrafos. ¿Quiénes eran los tres chanchitos?

Había una vez, tres cerditos que habían construido sus casas en un claro del bosque.

Uno la había hecho de cañas para terminar antes. El otro, de hojas y ramas secas porque costaba menos esfuerzo, y el tercero, el más trabajador, de piedras y barro.

Un día, cuando los tres estaban jugando, oyeron el terrible aullido del lobo.

Llenos de miedo corrieron a sus casas.

El lobo, que había olfateado tan apetitosa comida, los persiguió. Ante la casa hecha de cañas, se detuvo y dijo con su voz atronadora:

—Abran, cochinitos, porque si no, soplaré y la casa derribaré.

El chanchito contestó:

—No te abriré, porque me quieres almorzar.

—Entonces soplaré y la casa derribaré.

Y en un instante, la casa quedó deshecha.

El cerdito se apresuró a refugiarse en la de su hermano, hecha de ramas y hojas secas.

De nuevo el lobo corrió tras él. Ante la casa se detuvo y volvió a decir con su voz más atronadora todavía:

—Abran, cochinitos, porque si no, soplaré y la casa derribaré.

Los chanchitos contestaron a dúo:

—No te abriremos, porque nos quieres almorzar.

—Entonces soplaré y la casa derribaré.

Y volvió a soplar, ahora con más fuerza hasta derribar la casa.

Muy asustados los dos puerquitos fueron a esconderse en la casa hecha de piedras y barro. El lobo se dijo: “Ahora podré cazarlos a los tres”.

Ante la casa se detuvo y volvió a decir con su voz más potente:

—Abran, cochinitos, porque si no, soplaré y la casa derribaré.

Los chanchitos contestaron en trío:

—No te abriremos, porque nos quieres almorzar.

—Entonces soplaré y la casa derribaré.

Pero por más que sopló, no pudo derribar la casita.

Trató de entrar por la chimenea, pero lo esperaba una olla hirviendo abajo, por eso salió como un cohete y no se supo nunca más de él.

James Orchard Halliwell-Phillipps: Canciones y cuentos infantiles,1843. Versión de Elena Luchetti

2. Cada chanchito construyó una casa. ¿Cómo sería la que ustedes construirían? Dibújenla. Pueden organizar un gran mural que represente el bosque, y recortar y pegar allí todas las casitas.

3. Algunos dicen que este cuento es una fábula, porque deja una enseñanza. ¿A ustedes les parece que es así? ¿Por qué? Conversen entre todos.

 Gentileza de editorial Aique, Argentina

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