Hoy, Día Mundial de la Educación, hablamos con dos expertos en psicología sobre educación emocional, la asignatura pendiente aún en las escuelas y clave para el futuro personal y laboral de nuestros hijos e hijas.
Decía el psicólogo Daniel Goleman que «el logro real no depende tanto del talento como de la capacidad de seguir adelante a pesar de los fracasos».
Y es que sobreponerse a pesar de las derrotas, tomar decisiones aunque no siempre sean las acertadas, gestionar las relaciones sociales y laborales de la mejor manera posible o hacer frente a nuestra autoexigencia y malos momentos, son de las cosas más importantes -y útiles- que podemos aprender en nuestra vida.
«La educación emocional no es una moda, es una necesidad», afirma a la Sexta Begoña Ibarrola psicóloga, escritora y miembro de la comunidad Educar es todo.
«La neurociencia desde hace 25 años nos está dando aportaciones importantísimas sobre cómo los procesos cerebrales de las personas pueden cambiar funcional y estructuralmente si desarrollan una buena educación emocional. Si queremos una sociedad donde prime el bienestar, no podemos cerrar los ojos o mirar para otro lado, cuando analizamos los datos sobre la salud mental de los españoles, y más aún de los niños y adolescentes«, añade.
Por ello, es importante que desde pequeños, tengamos herramientas necesarias para que seamos más fuertes emocionalmente, para que aprendamos a manejar o a controlar mejor nuestras emociones en los momentos complicados de la vida, que sin duda no serán pocos. Porque «las investigaciones nos dicen que el éxito en la vida depende mucho más de las competencias emocionales (70-80%) que de las competencias técnicas y cognitivas (20-30%)», sostiene Ibarrola.
Las investigaciones nos dicen que el éxito en la vida depende mucho más de las competencias emocionales (70-80%) que de las competencias técnicas y cognitivas (20-30%)
Begoña Ibarrola, psicóloga y escritora
Así, «si en la infancia asentamos las bases de la inteligencia emocional, si desde pequeños enseñamos a conocer, expresar y manejar su mundo emocional y el de los demás, en su vida de adultos ya tendrán integradas estas habilidades, algunas incluso convertidas en hábitos, que van a contribuir de forma notable al desarrollo de su personalidad», indica. La familia por supuesto en primer lugar, pero también la escuela, son agentes claves y fundamentales de esta educación emocional.
Un estudio tras otro demuestra que «los niños con capacidades en el campo de la inteligencia emocional son más felices, más confiados, tienen mayor autoestima y más éxito en la escuela. Además, estas capacidades se mantienen a lo largo de su vida ayudándoles a tener éxito después en su vida afectiva, personal y laboral».
«Cada vez son más las voces que defienden el desarrollo de la dimensión emocional del ser humano junto a al desarrollo de su dimensión cognitiva, que en estos momento es ‘la reina del aula'», asegura la experta.
Educación emocional en el curriculum escolar
Las dos leyes educativas que conviven actualmente incorporan aspectos de gestión y educación emocional en el aula. La última ley de Educación –Ley Celá- aprobada en el Congreso en noviembre de 2020, habla de educación emocional y en valores como parte del currículum.
En la actualidad, existen a nivel autonómico muchos proyectos dirigidos a mejorar las competencias emocionales dentro del aula, sin embargo «el asunto no es que haya programas, que ya hay muchos, lo importante es que el centro educativo asuma la educación emocional como uno de los tejidos fundamentales del corazón de su proyecto», afirma José Antonio, psicólogo educativo y Decano de la Junta Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP).
Y esto pasa -añade el experto- «por que visualicemos que no debemos incorporar la educación emocional pensando sólo en qué le decimos a los alumnos sino pensando en todo el centro educativo».
Atendiendo a las respuestas más urgentes que ha traído -por desgracia- esta pandemia del COVID-19, algunas comunidades autónomas, como por ejemplo Extremadura, han elaboraron un planes o protocolos de prevención sobre el suicidio en los centros educativos.
También, la Comunidad de Madrid ha publicado recientemente un documento -coordinado por el propio Luengo- que servirá como herramienta a los centros para dar respuesta a los problemas emocionales del alumnado: La prevención y detección de los desajustes y trastornos emocionales del alumnado. Guía y recursos para elaboración de planes en los centros educativos.
Lo importante no es que haya programas -que ya hay muchos en todas las CCAA- lo importante es que el centro educativo asuma la educación emocional como uno de los tejidos fundamentales del corazón de su proyecto
Jose Antonio Luengo, psicólogo
Pero es importante que la educación emocional siente las bases desde el principio, desde la infancia, y que, como dice Luengo, sea una piedra angular de los centros educativos. De nada vale que sea algo anecdótico o que no forme parte de la idiosincrasia del centro educativo.
«Cuando hablamos de educación emocional estamos hablando de detectar y prevenir, y prevenir supone incorporar acciones en la cultura del centro (en se mueve el equipo directivo, en lo que se habla en los claustros, en lo que se negocia con las AMPAS, en lo que se gestiona con los distintos agentes de la comunidad…) e incorporar por tanto un estilo de vida y de relaciones«, explica Luengo. Porque «¿de qué sirve que yo tenga un programa para implementar en algunas aulas si luego los estilos de dirección o de acción o de desarrollo de la actividad docente o en estilos de relaciones entre padres y profesores, no se da este componente?».
La inteligencia emocional o educación socioemocional es algo relativamente nuevo. «En España, desde finales de los años 90, se han venido desarrollando gran cantidad de iniciativas, algunas desde el ámbito privado y otras públicas, encaminadas al desarrollo de las competencias socioemocionales», explica Ibarrola, haciendo referencia al nacimiento en esa misma década del término inteligencia emocional: fue precisamente en el año 1990 cuando los psicólogos norteamericanos Peter Salovey y John Mayer definen lo por primera vez
«Para ellos, la inteligencia emocional es una parte de la inteligencia social que incluye habilidades para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, generar aquellas que faciliten el pensamiento, comprender las emociones y regularlas, de cara a promover en la persona un crecimiento emocional e intelectual integrado. A estas capacidades se les llama en su conjunto, habilidades socioemocionales«, explica la experta.
Más adelante, en el año 1995 con la publicación en España del libro ‘La inteligencia emocional’ de Daniel Goleman, autor que encabeza este texto y considerado el gran artífice de la inteligencia emocional, «provocó que muchas personas, sobre todo educadores, empezaran a conocer y valorar el mundo emocional. Desde entonces, y para desarrollar la inteligencia emocional, se han diseñado programas educativos en todo el mundo con el fin de que los niños, desde su inicio en la escuela hasta su final, pudieran adquirir estas habilidades socioemocionales que son tan importantes para su bienestar y equilibrio personal», expone Ibarrola.
Además es algo que en la actualidad es demandado por maestros, profesores, directores… Según los datos recogidos en el I Estudio Nacional sobre Educación Emocional en los Colegios en España (2021), realizado por el Instituto de Inteligencia Emocional y Neurociencia Aplicada (Idiena), el 94% de los docentes encuestados creen que formarse en educación emocional les mejoraría como profesionales. También los directores consideran esta educación como «muy beneficiosa» para mejorar como personas (68%), mejorar las relaciones con otros alumnos (66%) y reducir el acoso escolar en los centros (55%). También, para mejorar la motivación y el gusto por aprender de los estudiantes, mejorar su rendimiento escolar y prepararlos para el mundo laboral.
El 94% de los docentes cree que formarse en educación emocional les mejoraría como profesionales
I Estudio Nacional sobre Educación Emocional
Sin embargo, «aunque el grado de sensibilidad que muestran los colegios sobre educación emocional es elevado, sobre todo su aplicación en la etapa de educación infantil, esto no se traduce al final en la realidad práctica», sostiene Ibarrola.
Y es que -añade- «ser emocionalmente inteligente va más allá de conocer qué son las emociones y sus funciones a través del estudio. Implica desarrollar competencias y habilidades que solo pueden tener como escenario la vida diaria y que exigen entrenamiento y práctica diaria».
Pautas para impartir educación emocional
En la actualidad, y según la encuesta citada anteriormente, sólo un 5% de los centros educativos de toda España implantan en alguna medida educación emocional. Tan sólo en la comunidad autónoma de Canarias, la educación emocional es una asignatura obligatoria en el ciclo de primaria, desde el año 2019, buscando extenderla también a otros ciclos educativos.
«En cada marco autonómico, los centros tienen capacidad de maniobra para implementar programas relacionados con la educación emocional, siguiendo incluso las prescripciones que plantean los currículums escolares«, sostiene Luengo. Es decir, no hay asignaturas -a excepción de Canarias- pero la organización de los centros puede priorizar estos aspectos, en base a las competencias que los chicos deben adquirir: hay que buscar momentos, espacios, formar al profesorado… «No se trata de meter a calzador algo que no está, porque en la legislación sí está», afirma.
Por ello, una de las piezas claves ha de ser la formación del profesorado, porque ni los maestros ni los profesores tienen culpa alguna de que este tipo de educación no se dé dentro de los aulas; es más -como hemos visto- la gran mayoría están de acuerdo en la importancia de desarrollar también estas competencias.
«El primer paso para que los colegios desarrollen la inteligencia emocional del alumnado es la formación del profesorado y cuanto antes mejor. De modo que cuando empiecen su trabajo como docentes ya tengan una formación básica sobre cómo desarrollar las competencias emocionales de los alumnos en función de su edad y grado de madurez», sostiene Ibarrola. De nuevo, en estos momentos, «sólo la Universidad de La Laguna (Tenerife) imparte esta formación a los futuros docentes. Una vez formados es más fácil que puedan desarrollar la educación emocional en su centro y en su aula», explica la experta.
El primer paso para que los colegios desarrollen la inteligencia emocional del alumnado es la formación del profesorado y cuanto antes mejor. Formación de los profesores en ejercicio pero también de los futuros profesores
«Hablamos mucho de la formación pero es necesario seguir hablando, no sólo de la formación del profesorado en ejercicio sino también de quienes se están formando: hay un agujero muy significativo, faltan horas para desarrollar este tipo de conocimientos en las facultades», añade Luengo.
Por otro lado -añade este experto- es fundamental que las administraciones educativas faciliten la acción tutorial con tiempo o con más tiempo para desarrollarla. «Ayudaría mucho al desarrollo de propuestas de educación emocional porque son espacios donde, con mayor facilidad, se pueden implementar. Por ejemplo, hay comunidades que ya han implantado la hora de tutoría en Educación Primaria; algo que sin duda podría ayudar mucho en este tipo de contenidos».
Otro elemento, añade este profesional, tiene que ver con la figura del coordinador de protección a la infancia, que establece la actual Ley de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, en la que, en unos de sus puntos, establece que «los sistemas educativos y las comunidades autónomas deberán regular la figura del coordinador, una figura muy importante que requiere desarrollo muy interesante porque tiene una implicación directa con este tipo de educación».
Pero lo primero y más importante es -como hemos comentado- que «los centros educativos asuma la educación emocional como uno de los tejidos fundamentales del centro», insiste Luengo. Es fundamental que «desarrollen proyectos integrales donde la educación emocional forme parte transversal pero también específica de su plan educativo», concluye.