Evaluación mediante portafolios

Evaluación formativa con Portafolios

Los portafolios constituyen un fenómeno relativamente reciente en educación, «aunque cuentan con una historia de peso en otras profesiones —artistas, escritores y arquitectos, por ejemplo—», señala Nona Lyons: El uso de portafolios. B. Aires. Amorrortu, 2003.

«Han emergido del interior mismo de un nuevo concepto de educación y de evaluación en escuelas públicas de Manchester, Bellevue, Washington, California, entre otros estados de Estados Unidos (…). Su irrupción en la década  de los `90 parece reflejar el enorme atractivo que ejercen estas carpetas sobre los maestros, alumnos y padres porque estimulan la participación activa de estos en el proceso de evaluación, les proporcionan a todos evidencias tangibles y comprensibles y promueven la reflexión y el análisis”.

Mabel Condemarín. Rev. Lectura y vida. Año 16, n.° 4.

Consiste en una serie de trabajos (un dossier) producidos por un alumno, seleccionados deliberadamente con un propósito determinado.

“Es una colección organizada de evidencias y materiales de aprendizaje, seleccionados por los propios alumnos, que busca explicar tanto el proceso de aprendizaje como el rendimiento final, reflexionar sobre todo ello y evaluarlo, dando un protagonismo a su aprendiz-autor. Cada portafolio es una pieza única (…) con materiales propios de cada alumno (…). [El portafolio tanto es] una herramienta de evaluación como (…) una experiencia de aprendizaje en sí misma (…). Y además de todo esto, el portafolio es una excelente fuente de comunicación con las familias”

Calvo, Alfredo. Viaje a la escuela del siglo XXI.
Madrid: Fundación Telefónica, 2015.

Se diferencia de la carpeta de un alumno/a en que en un portafolios, «cada trabajo está allí por una razón específica. El trabajo representa el crecimiento hacia alguna meta en particular», nos señala Beverly Shaklee. El trabajo en los portafolios es limitado; no es la suma de todos los trabajos de un alumno/a, sino una muestra representativa. Por ese motivo es ideal como medio de comunicación con las familias, porque un papá o mamá, por más cansado/a que venga de trabajar, es más probable que con gusto mire un grupo de trabajos seleccionados por su propio hijo/a como la mejor manera de mostrar lo que aprendió, que una carpeta completa.

Su función principal es «documentar lo que aprende un alumno», sintetiza Charlotte Danielson; y utilizar esa información para tomar mejores decisiones en beneficio de los alumnos.

Su estructura se organiza en:

  • Portada
  • índice
  • Introducción

Allí se consideran todos los documentos y se comentan para el lector/a. Una introducción es un documento importante para el lector/a, es decir que explican la forma en que el alumno-autor considera su contenido.

  • Trabajos

Puede estar estructurado estricta o libremente en cuanto a clase y cantidad de sus entradas; será testimonio del mejor trabajo de una persona o una muestra de varias producciones (puede incluir borradores —claramente rotulados como tales— o trabajos terminados), incorporando los que no le salieron bien y una reflexión acerca de porqué sucedió eso.

Cada trabajo se acompaña con la fecha y una breve fundamentación de por qué se eligió. Con este proceso de reflexión los alumnos y alumnas se hacen cada vez más conscientes de sí mismos como personas que aprenden. La reflexión del alumno/a sobre el trabajo terminado es el elemento decisivo del proceso de elaboración de portafolios.

Qué tipo de trabajos incluir puede decidirlo la/el docente, los alumnos/as o ambos —en conjunto o separadamente—, siempre de acuerdo con el curriculum.

Aspectos positivos del portafolios

  • Es una herramienta poderosa por el proceso reflexivo que conlleva.
  • Fomenta la vinculación entre proceso y producto.
  • La evaluación deja de estar solo a cargo del/de la docente para estar también en manos del alumno/a.
  • Compromete «a los alumnos con el contenido del aprendizaje», recuerda Ch. Danielson en Una introducción al uso de portafolios en el aula. Mexico. FCE, 2002.
  • Gracias a los trabajos que los alumnos/as seleccionan para sus portafolios, las/os docentes identifican fortalezas y debilidades previamente desconocidas. Así obtienen una retroalimentación de su propia enseñanza y pueden realizar ajustes.

Aspectos riesgosos

  • «Que el portafolio se convierta en una mera exhibición»;
  • La trivialización: «documentar cosas sobre las que ni siquiera vale la pena reflexionar», nos previene N. Lyons.

Aspectos prácticos

  • Permitir que en un principio los alumnos trabajen con un compañero para seleccionar y comentar sus trabajos.
  • Destinar horarios específicos para la reflexión en clase: «es esencial tener un cronograma para recopilar el material (…) [quizá] mensual»[1]. Muchas/os docentes temen no tener tiempo pero si piensan el proceso de enseñanza y evaluación como una única realidad en términos de un ciclo de enseñanza, usar portafolios no les restará tiempo: se convertirá en integrante del proceso educativo.

Etapa final del portafolios

El momento final de la elaboración del portafolios es la proyección: la fijación de metas para el futuro, porque en este momento los alumnos/as observan el conjunto de su trabajo y emiten juicios sobre él que les permiten ver en qué direcciones tienen que avanzar.

Lic. Elena Luchetti


[1] Shaklee, B. Donald Graves en Estructurar un aula donde se lea y se escriba. B. Aires. Aique, 2013, sugiere revisar el portafolios «cada ocho o nueve semanas (…), o sea unas cuatro o cinco veces por año. Cada vez pueden añadir algunas piezas nuevas y sacar algunas viejas».
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