Salidas educativas, ¿visita o itinerario? (I)

Las salidas educativas son, desde hace tiempo, un poderosísimo recurso vitalizador de los aprendizajes y, como mínimo, constituyen una forma de aproximación a un contenido o cuestión desde una mirada sin duda diferente y, por lo tanto, enriquecedora. El potencial didáctico que este tipo de salidas tienen en el ámbito escolar se reconoce por:

  • lo enriquecedor que siempre trae aparejado experimentar “in locus” un determinado contenido o una realidad material (un objeto, un edificio o una calle, etc.)
  • la necesidad de potenciar lo que ocurre y se aprende en el “adentro” de la escuela con aportes del “afuera”, de modo de no circunscribir como único ámbito del aula.
  • el efecto de conocimiento que suele traer aparejado tomar contacto, valorizar y resignifcar el patrimonio de la comunidad local.

Acerca de las dimensiones

En la decisión de llevar adelante una salida, si bien la dimensión didáctica es la central —y a ella nos abocaremos—, hay otras dos que resultan muy importantes: la organizativa y la administrativa. En efecto, además de prever su reserva en forma anticipada (en muchos casos la demanda suele ser muy alta), resulta indispensable atender a la planificación de la misma de modo de poder aprovechar el evento y que no termine convirtiéndose (como a veces ocurre) en solo una salida sino más bien en la excusa ideal para generar conocimiento significativo al sumar otros aspectos y otras voces acerca de un tema que puede estar siendo abordado en el aula.

La planificación de las salidas debiera, además de resolver un tema de agenda, poder formar parte de la planificación institucional y de las actividades de los diferentes actores educativos involucrados en la decisión. Las salidas didácticas tendrían que formar parte de un “sistema” que responda al proyecto institucional pero que, a la vez, sea compartida y decidida de forma sistemática por las/los docentes o Departamentos involucrados en cada una de ellas. 

Acerca del lugar

Suelen presentarse dos posibilidades:

  • Visita. Concurrir a un sitio puntual, determinado, concreto: museo, monumento, taller, fábrica, cultivo, institución, edificio, etc.
  • Itinerario. Realizar un recorrido o circuito por varios espacios vinculados entre sí. Por ejemplo, observar los edificios sede de los tres poderes nacionales.

Acerca del momento y los momentos

Más allá de que ciertas visitas pueden ser realizadas aprovechando algún momento particular del año (como por ejemplo, una de las celebraciones previstas en el calendario escolar) lo que sin duda conviene tener en cuenta son los diferentes momentos:

Iniciando. El “antes” de la visita sería el momento de abordaje del contenido con el fin de incentivar, evocar conocimientos previos; como el puntapié inicial para elaborar investigaciones; como estrategia de sensibilización en torno al tema, en tónica exploratoria, motivacional… Por ejemplo, concurrir al Museo de León para observar un objeto o varios (por ejemplo el hendedor paleolítico o el collar rígido de oro de la Edad de Hierro, entre otros) e inferir características vinculadas con los primitivos pobladores de la zona, que todavía no se han aprendido. Otro ejemplo puede consistir en acceder al Museo Provincial de Guadalajara y, en su Sala III, observar máscaras de Botarga, del período medieval (el Museo regalará a cada alumno visitante una careta con una imagen de una de las máscaras exhibidas)

Quizás esta posibilidad es la menos usual, pero no la menos potente.

Promediando. Es el momento para consolidar algún contenido a través de la observación; para aplicar los nuevos saberes; para contextualizar una situación problemática; para comprobar o descartar hipótesis previas; para reformular los conocimientos; para ponerse en contacto —desde otra perspectiva— con algo que resulta conocido, en fin, para ejemplificar, contrastar, etc. Retomando el ejemplo anterior, concurrir al Museo de León para observar un objeto o varios vinculados con los primitivos pobladores de la zona e identificar características que ya se han aprendido, a lo mejor, a través de imágenes de libros, de internet u otros soportes.

Finalizando. A modo de evaluación formativa (puesta en común de los aprendizajes, las apreciaciones y las conclusiones a partir de la visita para confirmar o renortear los aprendizajes), integradora o sumativa, según necesitemos. Por ejemplo, concurrir al Museo del Traje, en Madrid, y observar las características de vestimentas pertenecientes a periodos sucesivos, bien pudiera ser un instrumento de evaluación integradora.

Es posible que esta manera constituya la menos frecuente, pero no la menos interesante.

Estas acciones educativas no se realizarán de forma aislada (casi excepcional) en relación con la tarea del aula, sino contextualizadas en un proyecto, una secuencia, un módulo o cualquier estructura de ordenamiento de contenidos habilitada en la institución.

Lic. Elena Luchetti

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